Como en solemne ocaso el sol se pone,
Callado se hunde en soledad sublime.
Pero ¡cuántos dolores, Patria mía,
Despedazaron tu materna entraña!
¡Cuánta pérfida saña,
Y furia devorante,
Nublar hicieron tu gentil semblante!
Sobre todos Facundo se alzaría,
Tigre de sangre sin cesar sediento,
Si no hubiese uno solo, aun más cruento,
Nacido en negro instante
Para manchar el esplendor del día.
Sobre el potro las pampas le abortaron
Al ulular de la anarquía obscura:
Alma tan torva y dura
Nunca allá los abismos engendraron!
Entre muerte y traición feroz se agita;
La luz, lo azul le irrita,
Cual si en espasmos de funesto olvido,
Fundiera en él natura
Al bufón, al demente y al bandido.
Helado el pensamiento
Vaga por esos tenebrosos días,