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acudieron al llamamiento. A la vez y desembocando de las callejuelas laterales y de los pasadizos, se dirigieron un gran número de personas á los hornos para que les asaran las comidas. Esto inspiró un interés grandísimo al espíritu, porque situándose con Scrooge á la puerta de una tahona, levantaba la tapadera de los platos, á medida que los iban llevando, y como que los regaba de incienso con su antorcha; antorcha bien extraordinaria en verdad, porque en dos ocaciones, habiéndose tropezado, un poco bruscamente, algunos de los portadores de comidas, á causa de la prisa que llevaban, dejó caer sobre ellos unas pocas gotas de agua, é inmediatamente los enojados tomaron á risa el fracaso, diciendo que era una vergüenza reñir en Navidad. Y nada más cierto, Dios mío, nada más cierto.

Poco á poco fueron cesando las campanas y los tahonas se cerraron, pero qudaba como un placer anticipado de las comidas, de los progresos que iban haciendo, en el vapor que se difundia por el aire escapándose de los encendidos hornos.

— ¿Tienen alguna virtud particular las gotas que se desprenden de vuestra antorcha? preguntó Scrooge.

—Seguramente: mi virtud.

—¿Puede comunicarse á toda clase de comida hoy?