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ba en otro tiempo, cuando érais otro de los que hoy sois.

El queria hablar, mas ella, apartando la vista, continuó:

—Tal vez..... pero no; mas bien. Sin duda alguna padecereis al abandonarla y la memoria de lo pasado me autoriza á creerlo así. Mas al poco tiempo, muy poco tiempo, arrojareis de vos con prisa un tan importuno recuerdo, como si se tratara de un sueño inútil y enfadoso, felicitándoos por veros libre de él.

Dichas estas palabras se retiró, separándose ambos.

—Espíritu, no me enseñeis más, dijo Scrooge. Restituidme á mi morada. ¿Por qué os complaceis en atormentarme?

—Otra sombra, gritó el fantasma.

—No, no más, dijo Scrooge. No, no quiero ver más. No me enseñeis nada.

Pero el implacable fantasma, estrechándole entre sus brazos, le hizo ver la seguida de los acontecimientos.

Y se transportaron á otro sitio donde vieron un cuadro de diferente género. Era una estancia no muy grande ni bella, pero vistosa y cómoda. Próxima á un hermoso fuego habia una linda jóven, tan semejante á la de la escena anterior, que Scrooge la confundía con ella, hasta que vió á ésta convertida en madre de familia, sentada al lado de su hija. El alboroto que se levantaba