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que no recibía mucha comida de su amo: se ocultaba detrás de la criada del número 15, á quien su ama, esto se sabía positivamente, tiraba de las orejas. Todos entraron; unos tímidamente, otros con atrevimiento; estos con gracia, aquellos con torpeza, pero entraron todos de una manera ú otra; esto importa poco. Todos se lanzaron veinte parejas á la vez formando un círculo. La mitad se adelanta; á poco retroceden. Esta vez les toca á los unos balancearse cadenciosamante; la otra á los demás para acelerar el movimiento. Luego principian á girar agrupándose, estrechándose, persiguiéndose los unos á los otros: la pareja de los ancianos dueños, no está nunca parada; las demás jóvenes la persiguen, y cuando la han estrechada se separan todos rompiendo la cadena. Despues de este magnífico resultado, Feziwig, dando unas palmadas ordena la suspension del baile. Entonces el músico se refresca del calor que le abrasa con un vaso de cerveza fuerte, dispuesto especialmente con este objeto. Pero desdeñándose de descansar, vuelve á la carga con mayor estusiasmo, vuelve á la carga con mayor entusiasmo, aunque no salian ya bailarines como si el primer músico hubiera sido transportado, sin fuerzas, á su domicilio en un tablero de ventana, y el músico encargado de reemplazarle estuviera decidido á vencer ó morir.

Despues aun hubo un poco de baile.