de compasion por aquel otro Scrooge que leia los cuentos á que acababa de aludir, «Pobre niño,» dijo, y se puso á llorar de nuevo.
—Querria... murmuró Scrooge metiéndose las manos en los bolsillos despues de haberse enjugado las lágrimas... pero ya es tarde.
—¿Qué hay? preguntó el espíritu.
—Nada, nada. Me acordaba de un niño que estuvo ayer á la puerta de mi despacho para cantarme un villancico de Noche Buena: hubiera querido darle algo: hé ahí todo.
El espíritu se sonrió con ademan meditabundo, y haciéndole señal de callarse le dijo: veamos otra Noche Buena.
Proferidas estas palabras, observó Scrooge, que el niño imágen suya se habia desarrollado, y que la sala estaba algo más sucia y estaba más oscura. El ensamblado de madera de las paredes aparecia con inmensas grietas, las ventanas resquebrajadas, el piso lleno de cascotes de la techumbre y las vigas al descubierto. ¿Cómo se habian veridicado estos cambios? Scrooge lo ignoraba como vosotros. Sabía únicamente que aquello era un hecho irrefutable; que se encontraba allí, siempre solo, mientras que sus demás condiscípulos estaban en sus respectivas casas para gozar alegres y contentos de la Noche Buena.
Entonces no leía: se limitaba á pasear