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hoyuelo. Llevadme, os lo suplico, adonde quereis.

—¿Recordais el camino?

—¡Que si me acuerdo! exclamó Scrooge enardecido; podria ir con los ojos vendados.

—Es extraño que lo hayais tenido olvidado tanto tiempo.

Y se pusieron en marcha por la carretera.

Scrooge reconocía cada puerta, cada árbol, hasta que se divisó en lotanaza una aldehuela con su iglesia, su puente y y su riachuelo de sinuoso curso. Una cuantas jaquillas de tendidas crines, se dirigian hácia ellos, montadas por niños que llamaban á otros niños encaramados en carruajillos rústicos o en erratas. Todos iban alborozados, gritando en variedad de tonos, y no parecia sino que el espacio se llenaba de aquella música tan alegre y que se ponia en vibracion el aire.

—Esas son las sombras de lo pasado, observó el espíritu. No saben que las vemos.

Los alegres viajeron fueron aproximándoe hácia ellos, y á medida que se aproximaban Scrooge iba reconociéndolos y llamando á cada por su nombre. ¿Por qué se ponia de tan buen humor al encontrarlos? ¿Por qué sus ojos, ordinariamente tan mortecinos, despedian aquellas miradas tan expresivas? ¿Por qué le saltaba el corazon dentro del pecho segun iba pasando? ¿Por