La figura era muy extraña... de un niño, y sin embargo, tan parecido á un niño como á un viejo, contemplado á través de una atmósfera sobrenatural, que le comunicaba la apariencia de hallarse á muy larga distancia, con lo que se disminuian sus proporciones hasta las de un niño. Su cabellera, que pendía hasta el cuello, era blanca como por efecto de la edad y con todo la aparicion no mostraba arrugas. Tenía el cútis delicadamente sonrosado; los brazos largos y musculosos lo mismo que las manos, como si poseyera una figura poco común. Las piernas y los piés eran de irreprochable forma y en consonancia con lo demás del cuerpo. Vestía una blanca túnica. El talle lo llevaba ceñido con un cordon de fulgurante luz y en la mano una rama verde de acebo recien cortada: contrastando con este emblema del invierno la aparicion estaba adornada de flores propias del estío. Pero lo más extraño de ella consistía en una llama deslumbrante que de la cabeza le brotaba, y merced á la cual hacía visible todos los objetos; por eso sin duda, en sus momentos de tristeza, se servía, como de sombrero, de un gran apagador que llevaba debajo del brazo.
Sin embargo, al contemplarla más de cerca, no fué este atributo lo que más le sorprendió a Scrooge. El resplandor que la cintura despedía era intermitente; no brillaba por todo su contorno á la vez, de suerate que