dad de salvación; una probabilidad y una esperanza que os proporcionaré.
—Os mostráis siempre buen amigo mío: gracias.
—Os van a visitar tres espíritus, siguió el espectro.
El rostro de Scrooge tomó su color tan lívido como el de su interlocutor.
—¿Son esas la probabilidad y la esperanza de que me hablabais?— preguntó con desfallecimiento.
—Sí.
—Creo... creo... que sería mejor que no se presentaran, dijo Scrooge.
—Sin sus visitas caeríais en la misma desgracia que yo. Aguardad la presentación del primero así que el reloj de la una.
—¿No podrian venir todos juntos para que acabáramos de una vez? insinuó Scrooge.
—Aguardad al segundo en la siguiente noche y a la misma hora, y al tercero en la subsiguiente, así que haya sonado la última campanada de las doce. No contéis con volverme a ver; pero por conveniencia vuestra, cuidad de acordaros de lo que acaba de suceder entre nosotros.
Después de estas palabras el espectro recogió el pañuelo que estaba encima de la mesa, y se lo ciñó como lo tenía al principio, por la cabeza y por la barba. Scrooge lo notó por el ruido seco que hicieron las