daderamente un orador muy distinguido. Me admiro de no veros sentado en los bancos del Parlamento.
—No os incomodéis, tío mío. Ea, venid á comer con nosotros mañana.
Scrooge le repuso que querría verle en... sí, verdaderamente lo dijo. Profirió la frase completa diciendo que lo querría ver mejor en... (el lector acabará si le parece.)
—Pero ¿por qué? exclamó el sobrino; ¿por qué?
—¿Por qué os habéis casado? preguntó Scrooge.
—Porque me enamoré.
—¡Porque os enamorasteis! refunfuñó Scrooge, como si aquello fuera la mayor tontería después de la de Noche Buena: buenas noches.
—Pero tío, antes de mi boda no ibais á visitarme nunca; ¿por qué la erigís en pretexto para no ir ahora?
—Buenas noches, dijo Scrooge.
—Nada deseo, nada solicito de vos. ¿Por qué no hemos de ser amigos?
—Buenas noches, dijo Scrooge.
—Estoy pesaroso, verdaderamente pesaroso de veros tan resuelto. Jamás hemos tenido nada el uno contra el otro; á lo menos yo. He dado este paso en honra de la Noche Buena, y conservaré mi buen humor hasta lo último; por lo tanto os deseo una felicísima Noche Buena.