hombre de poquísima imaginacion, sus tentativas resultaban infructuosas.
—Os deseo una regocijda Noche Buena, tio mio, y que Dios os conserve; gritó alegremente uno. Era la voz del sobrino de Scrooge. Este, que ocupado en sus combinaciones no le habia visto llegar, quedó sorprendido.
—Bah, dijo Scrooge; tonterías.
Venia tan agitado el sobrino á consecuencia de su rápida marcha, en medio de aquel frio y de aquella niebla, que despedia fuego; su rostro estaba encendido como una cereza; sus ojos chispeaban y el vaho de su aliento humeaba.
—¡La Noche Buena una tontería, tio mío! No es esto sin duda lo que quereis decir.
—Sí tal, dijo Scrooge. ¡Una regocijada Noche Buena! ¿Qué derecho os asiste para estar contento? ¿Qué razon para abandonaros á unas alegrías tan ruinosas? Bastante pobre sois.
—Vamos, vamos, dijo alborozadamente el sobrino; ¿en qué derecho os apoyais para estar triste? ¿En qué motivo para entregaros á esas abrumadoras cifras? Usted es bastante rico.
—Bah, dijo Scrooge, que por entonces no encontraba otra contestacion mejor que dar; y su ¡bah! fué seguido de la palabra de antes: tonterías.