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pecto á los cuales sabíamos á qué atenernos, por más que no formaran parte de ninguna receta culinaria.

Sholto Shillito, por ejemplo, que era un tragon de primer órden, embauló un dia valientemente la parte que le habia tocado, pero tuvo que separar antes con mucha pulcritud tres dedo y un pedazo de pulgar de guante viejo.

Durante las primeras semanas de cada semestre, esto es, mientras nos duraba el dinero recogido en nuestras casas, podíamos, merced á la banasta de Hannag, remediarnos en algo; pero en cuanto se acababa el dinero, el hambre se enseñoreaba de nosotros.

Los jóvenes actuales preguntarán, á no dudarlo, por qué no nos atrevíamos á formular una reclamacion respetuosa, pero ya he dicho que los tiempos eran muy otros, y además los jóvenes del día no han conocido á la señora Glumper, que si bien estaba lejos de ser una fiera y que no se portaba de un modo que contradijese los usos de la civilizacion, era una mujer fria, soberbia, penetrada de su potier, como un elefante que se recrease en hollar cno suavidad el terreno, con sus anchas patas, en demostracion de lo fácil que le seria aniquilaros bajo sus plantas.

Nada tengo que manifestar contra el doctor. Ya en aquel tiempo comprendia yo que