—No sucede más que una vez al año, señor Scrooge, dijo tímidamente Bob saliendo de su cuchitril. No me sucederá otra vez. Ayer me divertí un poco.
—Muy bien, pero os declaro, amigo, que no puedo consentir que las cosas sigan así mucho tiempo. En su virtud, dijo, levantándose de la banqueta y dando un terrible empujon á Bob, que casi lo hizo caer; en su virtud os aumento el sueldo.
Bob tembló y puso mano a la regla de la bufete.
Al principio tuvo el propósito de sacudir á su principal, de cogerle por el cuello y de pedir socorro á los transeuntes para que le pusieran una camisa de fuerza.
—Felices Pascuas, Bob, dijo Scrooge con aire muy formal y dándole golpecitos en la espalda, de modo que el favorecido ya no tuvo dudas. Felices Pascuas, Bob, mi honrado compañero; tanto más felices cuanto que nunca os las he deseado. Voy á aumentaros el sueldo y á proteger á vuestra laboriosa familia. Hoy, después de medio dia discutiremos acerca de nuestros negocios delante de un vaso de ponche. Encended las dos chimeneas, y antes de que empeceis vuestro trabajo id á comprar una espuerta nueva para el carbón.
Scrooge cumplió todo lo que había prometido, pero aun hizo más, mucho más que cumplirlo.