los cinco minutos ya estaba Scrooge como en su casa. El recibimiento del sobrino fué cordialísimo; la sobrina imitó el ejemplo, así como Topper cuando llegó, la regordetilla cuando entró y los restantes convidados cuando entraron. ¡Qué admirables compañía! ¡Qué admirables juegos! ¡Qué admirable unanimidad! ¡Qué ad...mi...ra...ble dicha!
Al dia siguiente Scrooge se fué temprano á su almacen; muy temprano. ¡Si pudiera llegar antes que Bob Cratchit y sorprenderle en falta de tardanza! Era lo que le tenía preocupado más agradablemente.
Y lo consiguió: sí, tuvo ese placer. El reloj dió las nueve y Bob no aparecia. Nueve y cuarto y tampoco. Bob llegó con dieciocho minutos y medio de retraso. Scrooge estaba sentado y tenía la puerta de su despacho de par en par, para ver á Bob cuando se deslizara hasta su cuchitril.
Antes de abrirlo Bob se habia quitado el sombrero, despues el tapaboca y en un abrir y cerrar de ojos se instaló en su banqueta y se puso á manejar la pluma como si quisiera reintegrarse del tiempo perdido.
—Hola, refunfuñó Scrooge imitando lo mejor que pudo su tono habitual: ¿qué significa eso de venir tan tarde?
—Lo siento mucho señor Scrooge. He venido algo tarde.
—¿Tarde? Ya lo creo. Aproximaos si gustais.