Pasó y repasó varias veces por delante de la puerta antes de decidirse á entrar. Por fin se resolvió y llamó.
—¿Está el señor en casa, hermosa jóven? preguntó Scrooge á la criada. Pues señor, es una real hembra.
—Sí, señor.
—¿Dónde se halla, prenda?
—En el comedor, con la señora. Si quereis os conduciré.
—Gracias: me conoce, repuso Scrooge acercándose á la puerta del comedor: voy á entrar.
Abrió el picaporte suavemente y asomó la cabeza por la puerta. La pareja estaba entonces inspeccionando la mesa (dispuesta para una gran comida), porque los jóvenes recien casados son muy quisquillosos acerca de la elegancia en el servicio; quieren cerciorarse de que todo va como corresponde.
—Federico, dijo Scrooge.
¡Dios del cielo! ¡Qué temblor la entró a su sobrina! Scrooge habia olvidado, en aquel momento, cómo se hallaba pocas horas su sobrina sentada en un rincon y con los piés en un taburete, si no no hubiera entrado de aquel modo: no se hubiera atrevido.
—¿Quién anda ahí? preguntó Federico.
—Soy yo, tu tio Scrooge, vengo á comer: ¿Me permites que entre?
—¡Que si se lo permitia! A poco más le descoyunta el brazo para hacerle entrar. A