la hora de nuestra separacion se acerca. Lo presiento sin saber cómo se verificará. ¿Dime quién era el hombre á quien hemos visto tendido en su lecho de muerte.
El aparecido lo transportó como antes, (aunque en una época diferente, pensaba Scrooge, porque las últimas visiones se confundian en su memoria: lo que notaba claramente era que se referian al porvenir) á los sitios donde se congregaban los negociantes, pero sin mostrarle su otro yo. No se detuvo allí el espíritu, sino que anduvo muy de prisa, como para llegar más pronto adonde se proponia, hasta que Scrooge le suplicó que descansaran un momento.
—Este patio que tan de prisa atravesamos, dijo Scrooge, es el centro donde he establecido mis negocios. Reconozco la casa: dejadme ver lo que seré un dia.
El espíritu se detuvo, pero con la mano señalaba á otro punto.
—Allá bajo está mi casa; ¿por qué me indicais que vayamos más lejos?
El espectro seguia marcando inexorablemente otra direccion. Scrooge corrió á la ventana de su despacho y miró al interior. Era siempre su despacho, más no ya el suyo. Habia diferentes muebles y era otra persona que estaba sentada en el sillon: el fantasma seguia indicando otro punto.
Scrooge se le unió, y preguntándose acerca de lo que habia sucedido, echó tras