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franela, daba á cada uno, contándola en el suelo, la parte que le correspondía. Esto es lo mejor. Mientras vivió, todo el mundo se alejó de él, y así cuando ha muerto hemos podido aprovecharnos de sus despojos. Ja, ja, ja.

—Espíritu, dijo Scrooge, estremeciéndose: comprendo: comprendo. La suerte de ese infortunado podria alcancarme á mi tambien. A eso llego quien sigue la conducta que yo... ¡Señor Misericordia! ¿Qué es lo que veo?

—Y retrocedió lleno de horror, porque habiendo cambiado la escena, se vió cerca de un lecho, de un lecho despojado, sin cortinajes, sobre el cual, y cubierto con una sábana desgarrada, habia algo que en su mudo silencio, hablaba al hombre con aterradora elocuencia.

El aposento estaba muy oscuro, demasiado oscuro para que se pudiera ver con exactitud lo que allí habia, por más que Scrooge obedeciendo á un misterioso impulso, paseaba por aquella estancia sus inquietas miradas, deseoso de averiguar lo que aquello era. Una luz pálida que venía del exterior, alumbraba directamente el lecho donde yacía el muerto, robado, abandonado por todo el mundo, junto al cual no lloraba nadie, ni rezaba nadie.

Scrooge miró al aparecido, cuya mano fatal señalaba á la cabeza del cadáver. El su-