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negros, pues no los gasto, ni proque me dieran de comer, pues no lo acostumbro en tales casos, pero sí como alguno quisiera acompañarme. ¿Sabeis por qué? Porque, reflexionando, me han asaltado dudas acerca de si yo era íntimo amigo suyo, á causa de que cuando nos encontrábamos teníamos la costumbre de detenernos para hablar un poco. Adios señores: hasta la vista.

El grupo se deshizo para constituir otros. Scrooge conocía á todos aquellos señores, y miró al espíritu para pedirle una explicacion acerca de lo que acababan de decir.

El espíritu se dirigió á otra calle, y mostró con el dedo dos individuos que se saludaban. Scrooge escuchó en la esperanza de descifrar aquel enigma.

Tambien los conocía. Eran dos negociantes ricos, muy considerados y en cuya estimacion creía estar bajo el punto de vista de los negocios, pero sencilla y puramente de los negocios.

—Cómo está Vd.?

—Bien y vos.

—Bien, gracias. Parece que el viejo Gobseck ha dado ya sus cuentas, eh....

—Me lo han dicho. Hace frio. ¿es verdad?

—Psch; como de la estacion: como de Navidad. Supongo que no patinais.

—No; tengo otras cosas en que pensar. Buenos dias.

Ni una palabra más. Así se encontra-