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porque los convidados aquellos constituian una familia de músicas, que entendian perfectamente lo de cantar arias y ritornelos; sobre todo Topper, que sabia lanzar su gruesa voz de bajo como un artista consumado, sin que se le hincharan las venas de la frente y sin ponerse rojo como un cangrejo. La sobrina de Scrooge tenia bien el arpa: entre otras piezas ejecutó una cancioncilla (una cosa insignificante que hubiérais aprendido á tararear en dos minutos), pero que era justamente la favorita de la jóven que, tiempos atrás, fué en busca de Scrooge al colegio, como el fantasma de la Navidad se lo habia hecho á la memoria. Ante aquellas tan conocidas notas, recordó de nuevo Scrooge todo lo que el espectro le representara, y más enternecido de cada vez, consideró que si hubiera tenido la dicha de oir frecuentemente aquella insignificante cancioncilla, habria podido conocer mejor lo que de grato encierran las dulces afecciones de la existencia y cultivándolas; empresa algo más meritoria que la de cavar con impaciencia de sepulturero su fosa, segun ocurrió con Marley.

No tan sólo la música ocupó á aquellos convidados. Al cabo de rato se jugó á juegos de prendas, porque es conveniente volver á los dias de la niñez, sobre todo, teniendo en cuenta que la Navidad es una fiesta establecida por un Dios niño. Aten-