vamente bonita, con su encantador rostro, con su aire sencillo y cándido, con su arrebatadora boquita hecha para ser besada, y que indudablemente lo era á menudo; con sus mejillas llenas de pequeños hoyuelos; con sus ojos, los más expresivos que pueden verse en fisonomía de mujer: en una palabra, su belleza tenía tal vez algo de provocativa, pero revelando que se hallaba dispuesta á dar una satisfaccion, sí; satisfaccion completa.
—Es muy chusco ese hombre, dijo el sobrino de Scrooge. En verdad, podría hacerse más simpático; pero como sus defectos constituyen su propio castigo, nada tengo que decir en contra de eso.
—Creo que es muy opulento, Federico, dijo la sobrina: á lo menos eso me habeis dicho.
—¡Qué importa su riqueza, mi querida amiga! replicó el marido. Para maldita la cosa que le sirve; ni aun para hacer bien á nadie; ni a sí mismo. Ni siquiera tiene la satisfaccion de pensar, ja, ja, ja, que nosotros nos hemos de aprovechar pronto de ella.
—Ni aun con eso puedo sufrirlo, continuó la sobrina, á cuya opinion se adhirieron sus hermanas y las demás señoras concurrentes.
—Pues yo soy más tolerante. Me aflijo por él, y nunca le desearé mal aunque ten-