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bien vestido. Tenian los zapatos en mal uso y hasta Pedro hubiera podido con su traje hacer negocio con un ropavejero; sin embargo, todos eran felices, y vivian en las mejores relaciones, satisfechos de su condicion. Cuando Scrooge se separó de ellos se manifestaron más alegres de cada vez, gracias al benéfico influjo de la antorcha del espíritu, así es que continuó mirándolos hasta que se desvanecieron, y especialmente á Tiny-Tim.

Había llegado la noche, oscuro y lóbrega. Mientras Scrooge y el espíritu recorrian las calles, la lumbre chisporroteaba en las cocinas, en los salones, en todas partes, produciendo maravillosos efectos. Aquí la llama vacilante dejaba ver los preparativos de una modesta pero excelente comida de familia, en una estancia que preservaban del frio de la calle por medio de espesos cortinajes de color rojo oscuro. Por allá todos los hijos de la casa, desafiando la temperatura, salian al encuentro de sus hermanas casadas, de sus hermanos, de sus tios, de sus primos, para anticiparse á saludarlos. Por otras partes los perfiles de los convidados se divisaban á través de los visillos. Una porcion de hermosas jóvenes, encapuchadas y calzadas de fuertes zapatos, hablando todas á la vez, se dirigian apresuradamente á casa de su vecina. ¡Infeliz del célibe (las astutas hechiceras lo sabian perfectamente)