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Su traje aunque raido estaba perfectamente arreglado y cepillado para honrar la fiesta. Bob llevaba á Tiny Tim en los hombros, porque el pobre niño como raquítico que era, tenía que usar una muleta y un aparato en las piernas para sostenerse.

—¿Dónde está nuestra Marta? preguntó Bob mirando á todos lados.

—No viene, dijo Mrs. Cratchit.

—¡Qué no viene! exclamó Bob poseido de un abatimiento repentino, y perdiendo de un golpe todo el regocijo con que habia traido á Tiny Tim de la iglesia como si hubiera sido su caballo. ¡No viene para celebrar la Navidad!

Marta no pudo resistir verlo contrariado de aquella manera, ni aun en chanza, y salió presurosa del escondite donde se hallaba detrás de la puerta del gabinete, para coharse en brazos de su padre, mientras que los dos pequeños se apoderaban de Tiny para llevarlo al cuarto de lavado, á fin de que oyese el hervor que hacía el pudding dentro del perol.

—¿Qué tal se ha portado el pequeño Tiny? preguntó Mrs. Cratchit despues de burlarse de la credulidad de su marido, y que éste hubo abrazado á su hija.

—Como una alhaja y más todavía. En la necesidad en que se encuentra de estar mucho tiempo sentado y solo, la reflexion madura mucho en él, y no puedes imagi-