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Ya nunca más has de ver
El rostro dulce de tu madre,
Ya nunca más sus ojos
Te envolverán en suavidades,
Ni te hablará al oído,
Ni te dirá sus penas,
Ni sentirás sus besos,
Ni amarás sus tristezas.
Ya nunca más tu madre
Verá tu rostro pálido
Y nunca más tus ojos
La envolverán en un abrazo largo,
Ni amará tus tristezas.
Ni sentirás tus besos,
Ni le dirás tus penas,
Ni escuchará tus versos.
Porque aquel que salió de su pueblo
Bajo una tarde lila
Con un cesto fragante de ilusiones doradas,
No volverá por el camino un día.
Una blanca nodriza lo arruya y lo mece:
Se durmió en las rodillas de la muerte.