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el nombre de «La llanura de noche», poesía moderna como la que más, con atrevidas comparaciones donde se revela toda la audacia y temeridad del poeta.

Hay estrofas verdaderamente encantadoras:


«La llanura está encantada
se ven los pastos azules
y lejano se divisa
como un diálogo de luces.

¡Qué noche tan deliciosa
qué llanura tan callada,
para cruzarla con ella
en dos cuerpos y en una alma.»


Al leerlo me ha parecido ver a lo lejos resaltar dos luces en la inmensa obscuridad de una noche y hasta he sentido la refrescante caricia del céfiro nocturno.

En «El tríptico galante de jarrón de Sevres» nos pinta una noche carnavalesca donde vemos desfilar a Colombina, Arlequín, Pierrot, Clitandro y Cassandra «por la gloria del jardín».

Nos habla de música de mandolines, de cisnes, mitológicos y de barcos que navegan como encantados por las aguas. Finaliza el tríptico haciendo una evocación de «Era un aire suave» por Rubén Darío. Pinta a la marquesa Eulalia, la divina, la reidora, la perversa que dá sonrisas y desvíos a los rivales que están prendados de su arrogancia y hermosura. Y ella toda llena de encantos y altiva y orgullosa sólo deja escapar, su aristocrática carcajada en tanto que un paje «cae rojo de estocadas.»

¿Qué decir de los «Poemas sencillos» de «El viejecito del barrio» tan natural y sencillo, de «La enfermita de engaño», un tanto dolorosa y nostálgica