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NUPCIAS DE AGUILAS.


A Efrén Rebolledo.


La tarde.
Es un mar de oro el horizonte
y un selvático templo la montaña;
el Sol finge en la gloria del crepúsculo
un gran escudo azteca entre las llamas,
que deja ver, al coruscar, el rostro
de un viejo emperador.

De pronto, raudas
—impuros pensamientos dentro el cráneo
de una impúbera virgen—la incendiada
y transparente atmósfera atraviesan
—aves apocalípticas—dos águilas.

¿De dónde vienen? De las agrias cumbres
de las sierras surianas.
¿A qué han llegado? A celebrar sus bodas
en el fondo sin luz de la hondonada.
Vedlas: El moño de su testa altiva,
triunfal penacho de guerrero iguala;
sus ojos bajo el arco de las cejas,
en el paisaje vesperal se espacian.