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Cuando las copiosas lluvias
anuncian años profícuos,
y mas tardes los graneros
se ven de mieses henchidos;
en medio a la gente agrícola,
que festeja á San Isidro,
se eleva el rústico canto
de mi pobre guitarrico.
En las bodas pastoriles
de Galatea y Mirtilo,
lanza sus epitalamios
y ríe de regocijo;
y en los entierros solemnes
de los viejos y los niños,
tras el trueno del petardo
él desgrana su llorido.
Y llega la Noche Buena
con sus brumas y sus fríos,
y entonces lanza á los aires
sus alegres villancicos.
¡Oh vihuelita serrana
que llevo siempre conmigo;
histérica cuyos nervios
pongo en tensión al herirlos!