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¿Las conociste? ¿Son bellas?
¿No te asustaron? ¿Te agradan?
¿Sí? Pues déjame decirte
por qué cantarles me halaga,
por qué vengo á recogerlas
en esta redoma diáfana
que bien pudiera llamar
una redoma encantada.
Para las criollas esquivas,
para aquellas que no aman,
para las que no han sentido
circular fuego en el alma,
para las que mi ternura
y mi cariño rechazan,
para esas mujeres-mármol,
para esas, son las cantáridas.
Yo soy tu amigo y te cuento
mis secretos y artimañas,
á ti te confío todas
mis más recónditas ansias;
pero no te digo cómo,
sin que se sospechen nada,
al interior las aplico
hechas polvo, las cantáridas!