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y se aumenta con ellas la pavura
del cuadro funeral.
¡Se hace la noche!

Ya la lechuza de plumaje lacio,
con gritos de terror el aire puebla;
y rauda cruza el infinito espacio,
ensanchando sus ojos de topacio
que rasgan flamescentes la tiniebla.

¡Hora de inmensa lucha! En el ramaje
del árbol que en la selva se levanta,
Eolo á veces como en un cordaje
con ímpetu colérico y salvaje
el himno rudo de los vientos canta.

La garza deja el lago; en pos del nido
torpe y medrosa en el tular se interna;
y, del espeso bosque en lo escondido,
el leopardo feroz lanza un rugido
y corre á guarecerse en la caverna.
 
Revienta el rayo; á su estallido horrendo
el águila se aterra, pues advierte
viendo rodar las rocas con estruendo,
que con ellas su nido irá cayendo
y sus polluelos hallarán la muerte.