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DEL NATURAL.


A Antonio Zaragoza.


I
ALBA.


Amanece. Se ciñe la aurora
vaporosos cendales de gasa,
como novia gentil que á su amante
con los brazos abiertos aguarda.

Retozando se van del alero
las palomas azules y blancas,
y atraviesan el límpido espacio
como castos ensueños de infancia.

Ríe el cielo, fulgura el rocío,
brotan flores, los pájaros cantan,
y á las rudas fatigas del campo
el feliz labrador se prepara.

Tras las altas montañas de Oriente
surge el Sol, entre un golfo de llamas,
y en hirviente explosión se desborda
arrojando corrientes de lava.