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retozando en los vergeles
como inquieto pica-flor;
ora teje fina hamaca
(muestra en todo su progreso)
ó fabrica el lácteo queso
que le ofrece á su señor.
 
Es de verla los domingos
con las criollas de su raza,
caminar rumbo á la plaza,
con su garbo y con su sal;
y lucir la gargantilla,
los aretes, el peinado,
y en el talle, bien terciado
el rebozo nacional.

Y seguido se confiesa
con el viejo tata cura,
quien celebra su hermosura
y de bodas le ha de hablar;
mientras ella, el rostro bajo,
ruborosa, avergonzada,
queda trémula y turbada
sin poderle contestar.