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Una mañana de Junio,
mañanita de San Juan,
fué, camino del Mexcala,
Rosa, su cuerpo á bañar.
A solas allí le dije:
—Dame un beso pasional....
Y ella trémula y turbada
posó su boca en mi faz,
y se puso ardiente y roja
como la flor del nopal.
Y más tarde—no lo olvido—
fui á buscarla á su jacal,
y al sorprenderla, de súbito
cobarde empezó á temblar....
—Vete, me dijo, estoy sola!
Y yo, atrevido y tenaz,
sin hacer caso á sus ruegos
mancillé su castidad,
cual se mancha al deshojarse
la roja flor del nopal.
Y después....ay! murió Rosa,
murió la agreste beldad;
la nubil criolla suriana
para siempre duerme en paz!