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LA CAIDA DE LA TARDE


A Victoriano Salado Alvares.


El día se estremece agonizante;
el Sol enrojecido centellea
del triste Ocaso en el confín distante,
como el ojo de un cíclope gigante
que próximo á cerrarse parpadea.

¡Qué confusión de cantos y rumores
al nacer la tiniebla!—Sopla el viento
manso y garrulador entre las flores,
y suenan á lo lejos los clamores
del toque de oración, místico y lento.

El tordo en el jagüey ya no se baña,
vuela hacia el nido que su amor encierra;
el ganado desciende la montaña,
y el rústico retorna á su cabaña
tras de la yunta que labró la tierra.

Del sombrío manglar en la espesura
asorda el guaco con su bronco grito;
el zenzontle salmodia con dulzura,
y entre la sierra lóbrega y obscura
crotoran el faisán y el totolito.