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El Ratoncito


cuidar debidamente la puerta del cuartel, y permitir de ese modo la entrada de bebidas. Una mañana que le tocaba entrar de guardia á mi marido, como sargento de puerta, mandó el mayor que se hiciera una inspección minuciosa en las cuadras, dando las órdenes más extrictas para la revisión de todos y de todo lo que entrara al cuartel. Señor, á pesar del inmenso cuidado y vigilancia, habian introducido aguardiente á juzgar por las borracheras que hubo. El mayor, armó un tole tole y movió la sin hueso con más vigor que diez comadres que se cuentan sus contrariedades; y aunque hubo castigos fuertes para los delincuentes, nadie dijo cómo habia obtenido el aguardiente, Á mi marido lo pusieron preso, acusándole de haberse descuidado en el cumplimiento de sus deberes, no acusándole de soborno porque es bien conocida su honradez á toda prueba. El jefe lo mandó llamar á su presencia al día siguiente, diciéndole que lo ponía en libertad, pero á condición de que antes de tres días, diera un parte fiel y bien probado, exponiendo el modo cómo se había introducido el contrabando, y que de no hacerlo asi, sería degradado en su clase para echarlo à las filas. Mi pobre marido vino afligidísimo á contarme su desdicha, pero lo tranquilicé, diciéndole que iba á averiguar los medios de que se habían valido para burlar la vigilancia; en seguida me fui á ver á Refugio, la mujer del sargento Torres, y cuando estuvimos solas la dije: "Mire sargento Refugio, usted sabe lo que le pasa á mi marido y la condición que le ha impuesto el jefe; pues bien, es necesario que me averigue del tambor mayor el modo cómo se hizo el contrabando, y esto antes de mañana." La Refugio se me quiso hacer anguila al principio, pretendiendo esquivar la cosa, pero yo la hablé claro y sin indirectas, jurándole que si mi marido perdía sus ginetas, que le habían costado largas y penosas campañas, sin contar las acciones de guerra en