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Campaña y guarnición


cesá medir la distancia, cargaron las armas, colocaron á los ahijados en sus puestos, dándose la espalda, poniendo en mano de cada uno el revólver ya preparado. En seguida mandaron militarmente la media vuelta, y apenas ejecutado este movimiento por los contrarios, se oyeron los dos primeros tiros casi simultáneos, viéndose que avanzaban pausadamente al mismo tiempo que apuntaban las armas.

Ambos estaban heridos desde el primer disparo, pero al tercer tiro del coronel cayó en tierra Cañas, pues una bala le había roto el femur izquierdo. Sin embargo, así caído y apoyándose sobre el codo izquierdo continuó apuntando y haciendo fuego, y tan bien, que el contrario había recibido cuatro proyectiles en el cuerpo. Llegó éste tambaleándose hasta donde yacía postrado su enemigo, y ya con la vista nublada no sólo por los efectos de sus heridas, sinó también porque la última bala le había dado en la parte superior de la frente y la sangre le corría sobre los ojos; con una mano que se le veía temblorosa é insegnra, consiguió poner la boca del canón sobre la cabeza de Cañas, y haciendo un esfuerzo convulsivo, apretó el gatillo perforándole el cráneo con la última bala que tenía el arma y desplomándose en seguida moribundo sobre el cadáver de su adversario.

Al día siguiente fué enterrado el teniente coronel Cañas con todos; los honores que le correspondían según la ordenanza militar. El coronel Mirlito tuvo que soportar una larga curación, de la que salió perfectamente restablecido, y sin más daños en su cuerpo que las cicatrices dejadas por las heridas; pero su espíritu sufrió mucho con este hecho trágico y lúgubre de su existencia: más de una vez ha turbado sus placeres la imagen sangrienta del teniente coronel Cañas.