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Campaña y guarnición


Á la mañana siguiente estaban todos sobre el terreno elegido para la sangrienta y bárbara lucha que debía ser á revólver, á treinta pasos, avanzando á voluntad, y haciendo uso de los seis tiros del arma que manejaban con admirable destreza.

Era un día encantador de primavera, día que convidaba á la vida y no á morir. El ambiente tibio y perfumado por las flores infinitas del campo, la belleza de éstas y de los árboles que adornaban aquel sitio pintoresco, parecía que debiera haber influido en el ánimo de todos para que allí, ante tan delicioso panorama, no fueran los hombres á perturbar esa armonía, produciendo disonancias horripilantes, hijas de sus pasiones brutales. Á pesar de esto, aquel lugar ameno que invitaba al deleite y al reposo, iba á ser muy pronto el teatro de un drama producido por el encono salvaje, pero quizá disculpable, dado el modo de ser de nuestra sociabilidad.

Aquellos hombres eran conocidos por su valor y experiencia en los combates; sin embargo, los únicos qne estaban fríos como la indiferencia, eran los dos que iban á combatir... los padrinos y los cirujanos se hallaban inquietos y hasta se podría decir azorados. El doctor que acompañaba al teniente coronel se le acercó y le dijo con voz respetuosa, en la que se sentía vibrar el corazón contristado por un hondo pesar:

—¿Por qué insiste usted en que sea un duelo á la yankee? ceda al pedido anheloso de sus amigos, que este desafío tome otra forma. Ustedes pertenecen á la causa de la independencia y libertad de Méjico, y sin embargo, van á sacrificar la vida estérilmente por una susceptibilidad militar.

—Es inútil agregar una palabra; si yo muero ó mato á mi contrario, es por algo más que por una necia susceptibilidad.

No insistió más el doctor, y los padrinos procedieron enton-