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arreglar lo del coche y en seguida me uniré à ustedes.

—Corriente:

D. Blas tomó el puñal de su caja, dió otro á Jaime y salieron ambos á la calle seguidos de Pedro que los esperaba en el zaguan.

Aguilar y Pedro se encaminaron à casa del jugador.

Este tomó otra direccion.

Diez minutos despues entraba Jaime en su casa.

—Como te ha ido? le dijo D. Blas, que le esperaba en ella.

—Perfectamente.

—¿No faltará?

—No.

Jaime salió de la habitacion y algunos momentos despues regresó con una bandeja sobre la que venian tres copas de Jerez.

Dió una á Aguilar, otra à Pedro y llevando à sus labios la tercera dijo:

—Caballeros, por el feliz arribo de Dª Mercedes y la bella Camila.

El Jugador y el cochero apuraron sus copas, Aguilar no probó el contenido de la suya, por temor de que equivocadamente le hubiera ofrecido un veneno su amigo.

—Yo no tomo, porque el médico me lo ha prohibido, dijo D. Blas.

Dos minutos despues, Pedro empezó á sentir