— Y yo me voy á dormir, à mi casa; dijo Carlos fingiendo un bostezo.
—Que usted descance señor, dijo el médico.
—Deseo al séñor doctor el mejor éxito en su operacion.
—Gracias, señor.
—Servidor de usted.
Cárlos salió á la calle, se dirigió á la alameda, bajó al rio, saltó en una lancha que lo esperaba, y algunos minutos despues estaba abordo de un buque que salia al dia siguiente para Montevideo.
El médico despues de hacer colocar à D. Blas en su cama se dirigió á su casa y poco despues venia con su cartera de instrumentos cirúrgicos.
El discípulo de Hipócrates procedió á hacer la amputación del brazo y despues de vendarlo segun las leyes de la ciencia se retiró.
Cuando D. Blas de Aguilar, recobró sus sentidos se encontró con un brazo, menos.
Es imposible describir la cólera que se posesionó del ex-espia de Rosas, cuando abrió los ojos y se halló en tan deplorable estado.
Maldijo y blasfemó como un loco, jurando que desde aquella noche se contraeria esclusivamente á vengarse de Cárlos y Camila ; y en medio de su rabia sin cuidarse de dos vecinos que habian quedado á asistirle y que en ese momento se entretenian en leer las sandeces de la gaceta de Rosas, gritaba:
—¡Una docena de rayos me confunda si an-