lar que yo tengo un ecselente tónico para animar á los mas cobardes.
—Puede ser muy bien.
—Aqui le tiene usted.
No habia Cárlos pronunciado la palabra usted cuando descargó tan feroz bofetada sobre la megilla del mashorquero, que lo hizo rodar por el suelo.
Càrlos tomó su talma, sombrero y pistolas y dijo á su rival:
—¿Creo que ahora habrá nacido en usted la disposicion de batirse?
—Si usted me permite, dijo Aguilar levantàndose del suelo, tomaré mi sombrero y saldremos.
—Con el mayor placer señor: parece que mi remedio es eficaz; ¡Supongo que ahora habrà usted proscripto de su imaginacion la ridícula idea de que yo venia á retratarlo; porque si tal hubiera sido mi intencion no habria desfigurado su rostro con una bofetada. A pesar que no seria estraño que lo hiciera para devolver á sus pàlidas megillas, el bello carmin, que el miedo cobarde de perder la vida, les habia robado.
D. Blas lívido de rábia por este nuevo insulto, tomó sus pistolas, las guardó en los bolsillos de un chaquetón de paño azul con vivos punzoes que en esos momentos vestia, tomó su sombrero y cubriéndose con su capa dijo á Cárlos:
—Salgamos señor.
Llegaron ambos al patio y al llegar al zaguan