ella el destino de su viage. Se que ha dejado otra para Vd., en la que espresa los motivos de su espatriacion. Necesito saber señora, el paradero de mi amigo. Supongo que en la carta que ha dejado a Vd., dirà a donde se encamina.
—Señor, esa misma pregunta mandaba hacer á Vd. en este momento. Yo tambien necesito saber el paradero de su amigo de Vd., porque de él depende la felicidad de una desgraciada jóven.
—Señora; pero esa jóven ha causado la desgracia de mi amigo, engañándolo vilmente.
—Sr. D. Arturo, esa jóven ama frenéticamente á su amigo. Las apariencias fortalecidas por horribles casualidades son las que han engañado a Cárlos. Estoy al cabo de todo.
Era tan convincente el acento de Mercedes, que Arturo loco de alegría le tomó una de sus manos y enagenado de gozo le dijo:
—Señora: ambos tenemos el mismo interés en buscar á Càrlos, averigüe Vd. su paradero por todos los medios que esten á su alcance; yo haré lo mismo y en el acto de saberlo, le juro á Vd. que me lanzaré á buscarle aunque sea al traves del Occeàno.
—Generoso y noble jóven, contestó Mercedes, Dios nos protegerá, protegiendo á la virtud. Ella triunfará del crímen, y tendrémos el placer de ver felices á nuestros amigos. Corra Vd. Arturo: adquiera las noticias que pueda. Yo tengo que contraerme á atender á Camila. La infeliz ha perdido la razon.