"Al dar à Vd. mi último adios, no hallo en mi amargura, espresiones para demostrarle mi gratitud por las dulces palabras de su amable carta. Tenga Vd. la conviccion de que su grato recuerdo, será mi inseparable compañero en la vida errante á que me lanzo."
Asi que Mercedes concluyó la lectura de esta carta leyó el billete del ex-miembro de la Sociedad Popular Restauradora y se fijó en el anillo.
Las palabras de Camila y la carta de Cárlos le esplicaron perfectamente la situacion de ambos.
Comprendió el error en que estaba Cárlos, respecto á la infidelidad de Camila y que una coincidencia fatal le daba el derecho suficiente para juzgarla criminal.
Conociendo la violencia de la pasion de Cárlos, temia que este error lo llevara al suicidio.
Conociendo el estado de la costurera, temia que tan repetidos golpes la llevaran al sepulcro.
—¡Es preciso salvarlos! ¡Es preciso hacerlos felices! ¡Aun será tiempo!... esclamó bañada en lágrimas la madre del desvalido.
Agitó el cordon de una campanilla y apareció el cochero.
—Pedro! corre á casa de Carlos Prado, á la misma casa donde llevaste mi carta, y dile que venga á verme en el acto.
El cochero salió á cumplir las órdenes de su señora y regresó poco después.