nes se ostentan los verdes y gloriosos laureles de Mayo, acababa de despertar del horroroso letargo, en que la ambicion desmedida del general Urquiza y las mezquinas y torpes miras del caudillo Lagos, lo habian hundido con nueve meses del mas estrecho sitio.
Este heróico y glorioso pueblo, habia jurado en ese mismo dia y á la sombra del árbol hermoso de la libertad, regado con la sangre de los descendientes de Mayo, respetar y sostener su carta constitucional, base feliz del órden de los pueblos, y fuerte barrera levantada ante las arbitrariedades del caudillage.
Buenos Aires se elevaba en ese dia á la altura de un Estado independiente.
La hermosa plaza de la Victoria, en cuyo centro se levanta altiva, la gloriosa piramide, símbolo hermoso de las inmarcesibles glorias de la república Argentina, y levantada por las manos de los heróes de 1810, en medio del humo del cañon español, estaba elegantemente decorada.
Vistosas banderas nacionales y estrangeras, ondeaban graciosaménte en las iluminadas cúpulas de los hermosos arcos góticos que circundaban la anchurosa plaza.
Las músicas militares colocadas al frente del departamento general de policia, regalaban á la numerosa concurrencia, hermosas y variadas melodias, que mezcladas con el susurro de las ondulantes banderas y con el murmullo suave de las mansas