este momento me causa, obligándome á alejarme del lado de ustedes: creo tambien que nada tengo de vengativo; pero en este momento no dejo de creer que, si me cabe la dicha de tomar una parte en la pelea, voy á ser un energúmeno, un héroe, un Cid Campeador de nuevo cuño.
—Gracias señor; yo sé agradecer hasta las lisonjas, y en pago de la que acaba usted de' dirigirnos voy á ofrecerle unas pobres flores.
La costurera salió de la sala, y un momento despues ofrecía á Carlos un ramillete de preciosas y fragantes flores.
Tomólo Carlos y colocàndolo en uno de los ojales del pecho de su camiseta, dijo:
—Señorita: agradezco con el alma el obsequio de usted. Voy á llevarlo conmigo, como un mágico talisman contra las balas.
—Sentiria que usted se espusiese al peligro por probarlo.
—Cárlos se despidió y al salir á la calle dijo entre si:
—¡Esta muger es un angel!
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El centinela que guardaba la puerta del Canton Patria, asi que vió venir á Cárlos se adelantó hacía él los pocos pasos que su consigna le permitia.
—Querido amigo no podias llegar mas á propósito, dijo.
—Siempre me alegro de llegar á tiempo ¿qué hay?