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derramando sobre la sociedad el veneno de que estaba henchido su infame corazon. Ofreció sus negros servicios al dictador; y este que necesitaba apoyarse en los brazos de los seres mas corrompidos para sostener su dictadura, y comprendiendo la utilidad que le ofrecia un servidor como D. Blas de Aguilar, aceptó sus servicios, dándole un título análogo á su carácter.

Espia asalariado:

He ahí el honroso título con que el malvado Rosas condecoró al infame Aguilar.

Desde ese momento se contrajo este, á servir y ayudar à su amo en la obra infernal que habia emprendido de aniquilar su patria, sembrar el luto, el esterminio, la desolacion completa, y convertir en una ensangrentada charca, la infortunada nacion argentina.

Llegaron los años de 1840 y 42 de infausta y negra recordacion, y D. Blas de Aguilar sin dejar el degradante empleo de espia del tirano de su patria, empuñó el puñal del asesino, y unido á la sangrienta mashorca, á ese azote devastador manejado por la mano del asesino de Camila O'Gorman, á esa gavilla de foragidos sedientos de sangre que enlutó la repùblica entera; sembrando de cadáveres su rico territorio, desde las puertas de Bolivia, hasta el estrecho de Magallanes y desde la falda de la Cordillera de los Andes hasta la márgen derecha del Plata, cometió los mas horrendos, los mas abominables crímenes.