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Arreglada con elegante sencillez la habitacion de la joven mostraba á primera vista, que si la persona que la habitaba carecia de los recursos necesarios para introducir en ella costosos adornos, no carecia de buen gusto.

Una mediana cuja de hierro, pintada de un color verde esmeralda y poéticamente envuelta en una muselina blanca era lo primero en que se detendria la vista, del que detuviese su planta en el dintel de la puerta.

El piso estaba cubierto por una blanca estera de la India.

Una pequeña mesa de pino con su correspondiente cajon surtido de todos los útiles de costura, ocupaba el centro del cuarto.

A la izquierda de la cuja habia una ovalada mesita de caoba sobre la que se ostentaba un bonito florero de porcelana dorada en el que resaltaba un riquísimo ramillete de flores cuyos perfumes embalsamaban el aire, y un candelero de cristal que sostenia una vela de estearina introducida en él, con la ayuda de un papel prolijamente picado.

A la izquierda de la puerta se elevaba un alto ropero de caoba con cerradura dorada.

Un mediano espejo con marco de caoba, pendia de la pared de la derecha sostenido por un gracíoso moño de una cinta de celeste raso.

Al pié de él estaba un lavatorio de hierro, pintado del color de la cuja sobre el cual se veian sus correspondientes útiles de porcelana.