—Has de saber Arturo, dijo Cárlos, que me encuentro en una dolorosa posicion. Soy feliz una hora, para ser desgraciado un año. En los delirios de mi fantástica mente veo levantarse ante mis ojos, el panorama sublime de un futuro de felicidad. Luego lo veo circundadado por una densa nube que viene á envolver este espectáculo grandioso en una negray horrible oscuridad—Mi razon se pierde en el laberinto de mil encontradas ideas.
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—Con decirme que estas enamorado hasta la médula de tus huesos, querido amigo, te ahorrarias la molestia de hacerme la horrorosa descripcion de tus soñadas desgracias.
—¿Soñadas Arturo?
—Soñadas Cárlos.—Amas á una muger éOD todo el fuego del primer amor. El primer amor: como el segundo, el tercero y el centésimo, es amor, y al decir amor, ya comprenderás que quiero decir, desconfianzas, torturas, celos infundados, necedades y toda esa maldita sabandija que no tiene otra mision en este valle de lágrimas que la de revolver los ardientes cascos de los pobres enamorados.
—Nó, Arturo. Esta vez por mi desgracia, no son infundados los atroces celos que me roen el alma, esta vez no son meras desconfianzas, los tormentos que hacen de mi ecsistencia un continuo martirio. Esta vez, Arturo, es una realidad tan negra como horrorosa, la que me hace sufrir los tormentos del infierno y la que me hace mirar la vida