—Para mí es honra; felicidad, porvenir y todo.... todo! dijo Arturo estrechando la mano de Eduardo.
Este salió fuera de la habitacipn, y un segundo despues volvió acompañado de otro jóven.
—¡¡¡Cárlos!!! gritaron Mercedes y Arturo; corriendo hacia el.
—¡¡¡Mercedes!!!¡¡¡Arturo!!!......gritó Cárlos, y se formó un tierno grupo por los dos amigos y Mercedes.
Una jóven pálida como el color de la cera, con su espeso y largo cabello de azabache suelto hácia átras, y envuelta en un baton de muselina blanca, apareció como una vision en la puerta de la habitacion.
—¿Quién pronuncia aquí el nombre de mi amante! Nadie tiene derecho de nombrarle; porque tampoco nadie le ama cómo yo.
—¡¡Camila!! gritó Cárlos, ó mas bien rugió, porque fué una esclamacion atronadora.
La demente rechazó á Cárlos que se arrojaba sobre ella con los brazos abiertos: lo miró algunos momentos de hito en hito: los ojos de la costurera iban poco á poco llenándose de lágrimas.
Tomó con ambas manos los brazos de Cárlos, lo acercó hácia ella y con un grito que no parecia emanar del pecho débil de una muger, esclamó.
—¡¡¡ Cárlos !!!y se arrojó en sus brazos.
La costurera habia recobrado la razon.
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