trado en la calle como veinte días despues, con un brazo menos,
—Eso es un castigo de Dios.
—No lo creo yo asi.
—Porque?
—Porque ese foragido merece mucho mas: me han dicho varios que ha sido uno de los mas netos federales del Restaurador.
En ese momento entró á interrumpir el diàlogo de Arturo y Mercedes, el respetable cura, que lanzándose en los brazos de su hermana gritaba ahogado de placer:
—Mercedes! querida hermana!......
—Que sucede Anselmo? gritó asustada Mercedes.
—Mercedes ...... Eduardo ..... .
—No pudo continuar; porque un jóven se presentó en la habitacion, y atropellando sillas y mesas fué á arrojarse en los brazos de Mercedes.
—Eduardo !!! gritó Mercedes.
—Mercedes !!! gritó Eduardo.
Ambos permanecieron fuertemente estrechados algunos segundos.
Pasados los primeros momentos de agitacion, Mercedes dijo a su hermano, señalando al amigo de Cárlos.
—Este señor, es Arturo.
—Celebro conocer á Vd. señor: y tambien la honra que nos dispensa incorporándose á nuestra.
familia.