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fué sin duda el que empuñó el puñal que me dejó huérfano. Solo en el mundo como quedé, no estrañareis que me lanzase a la senda de los vicios: al cruzar por ella, he tenido la felicidad de hallar al señor D. Blas de Aguílar, y en él, al sangriento mashorquero, verdugo cobarde de mis ancianos padres.

—Jaime! por piedad......te juro que estás en un error horroroso, gritaba el bandido pálido como un cadáver.

—Basta malvado: este reloj con las iniciales de mi desgraciado padre, y la relacion que me hiciste del modo como asesinaste, me dicen claramente, que la mano justiciera de Dios, ha unido al asesino con el hijo de su víctima, al foragido con el vengador de su padre.

—Jaime: piedad!......te ofrezco toda mi fortuna!!

Asesino!! maldito seas!! dicen esas letras que yo mismo y en vuestra misma casa acabo de gravar, sobre la cabeza que tu sangriento puñal separó del tronco.

—Dios mio!!....mi posicion es horrrorosa!!

—No conoces aun todo lo horroroso de tu posicion, escucha y conocereis: este sótano no se abre más que una ó dos veces al año.

—Jaime!!.....

—Aquí quedarás solo, con la cabeza de tu víctima.

—Jaime: perdon!!.....