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recién habrá llegado, lenta y naturalmente, el momento de especializar esa instrucción, esa educación sexual, que ahora sí constituirá, en la enseñanza secundarria y universitaria, una rama del curso de Higiene Integral o de Ciencia de la Educación, a cuyo frente estará alguien que reuna a su título de médico, de psicólogo y de sabio, el de padre de familia.

Presentado así el problema, vése cuán absurda es la pregunta que me fué hecha en la Sesión Plenaria del III Congreso de Higiene Pedagógica, reunido en París en 1910: —"¿Cuándo y cómo se dará esa enseñanza?"— Pero si es lo mismo que si se preguntara ¿cuándo y cómo enseñaremos moral o enseñaremos a amar? Eso se enseña siempre, en toda ocasión; eso es un punto de arribo, una resultante; eso anima, vivifica la enseñanza toda, en la familia, en la escuela, en la sociedad, en el mundo.

¿Quién no vé que, ante este ideal, es real y verdadero el sacerdocio del maestro?

El porvenir de la especie y del individuo se encuentra en germen en el instinto procreador, el más poderoso de los instintos, al que, por permanecer ineducado, no ha salido aún de la animalidad.

Formemos "hombres" y mujeres", en la escuela, primero, y luego, en generaciones sucesivas, en el hogar y en la escuela juntamente; formemos seres humanos preparados para la vida tal cual ella es, para la vida integral, intensiva,