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Afortunadamente, contra el cáncer social de la paternidad indigna de tal nombre, tenemos la antoterapia de la educación sexual.

¿Cómo aplicarla prácticamente?

En Alemania, Inglaterra, Francia, España e Italia, sin olvidar la progresista Bélgica y la península Escandinávica, las publicaciones de vulgarización higiénico-sexual son dirigidas, ante todo, a los padres de familia para persuadirlos de que el deber más grande que tienen hacia los que de ellos recibieron vida, es el de hacerlos aptos para transmitirla en las mejores condiciones mentales y corporales. Para que los padres inculquen a sus hijos, como un dogma, que se comete un crimen al dar vida a un ser en desventajosa situación social o fisiológica, moral o mental.

Es el porvenir de la raza, es el hijo lo que interesa en la cuestión sexual.

De ahí que a los futuros cónyuges debiera imponérseles un curso de puericultura. ¿Acaso el Estado no obliga a los profesores especiales, de música y de dibujo, por ejemplo, a seguir cursos complementarios cuando los considera insuficientemente preparados? ¿Y cómo permite que ejerzan los cónyuges no preparados, la gran mayoría, ese profesorado casi divino de formar un ser a imagen y semejanza de los progenitores?

Además, por medio de libros, de revistas, de opúsculos, de conferencias universitarias y populares, se iniciará científicamente a la juventud