las harmonías del desarrollo general, debe inspirarse la educación física y mental del niño.
La primera infancia tiene una importancia definitiva sobre la vida ulterior, por el crecimiento preponderante del cerebro. Y la actividad en el crecimiento interior de los diferentes lóbulos corresponde al papel que desempeñan: como es necesario vigilar primero la vida orgánica, vegetativa, animal, el lóbulo frontal, adquisición postrera de la especie, es el último elemento necesario en el orden cronológico. En cambio, la médula espinal, órgano que debe entrar en acción desde que el niño nace, sufre pocas modificaciones en el transcurso del desarrollo general.
En la primera infancia el niño adquiere rápidamente aptitudes esenciales: desarrolla la energía motriz que le permite, después de cuanto infructuoso ensayo, adaptar sus movimientos a las necesidades, y la energía digestiva que lo hace pasar triunfalmente por ese período de transición que va de la primera a la segunda infancia.
Son tan indispensables los conocimientos adquiridos en los 18 primeros meses, que si un sabio llegara a olvidar por completo lo que entonces aprendió estaría expuesto a una muerte segura.
¡Qué influencia inmensa puede tener la madre en esta auto-educación, que domina la vida entera, preparándola, si la madre conoce las necesidades fisiológicas y psicológicas del niño, como está obligada o conocerlas!
A esas madres conscientes de los derechos del